lunes, 19 de julio de 2010

Vacaciones, Libros y Guitarras


Por fin vacaciones, bueno, recibo unas notas y estoy listo, confío en que me irá bien.

Si bien son las cortas vacaciones de invierno de dos semanas, son un manjar en medio de las exigencias y las rutinas del año. Por fin puedo leer sin apuros. Ayer terminé La Tregua de Beneddetti. Simpleza para escribir, profundidad para comunicar, y cotideaneidad de la verdadera al momento de situar los personajes y sus contextos históricos, en los que la representación de la clase media baja me hace sentir identificado. De esos libros, que ha diferencia de los de la universidad, lees como si estuvieras viendo una película, cuando te das cuenta has leido 120 páginas y estás tan metido en una trama tan trágica y entretenida, propias de Beneddetti, que ignoras el pasar de las hojas. En cambio hay libros en la "U" que además de ser enrredados y densos (claro, un estudiante de sociología tiene la capacidad de decifrar las más complejas elaboraciones teóricas) son largos y aburridos, un martirio considerando que muchos de ellos no te servirán para lo que quieras hacer en la práctica, cuandeo trabajes. Hubo un tiempo en que cuando pensaba en qué campo desarrollar mi profesión me inclinaba por lo académico: el hacer clases, pero definitivamente no me gustaría estar revisando pruebas ni calentándome la cabeza con autores, haciendolos discutir y transformarme en un charlatán. Y es que hoy los académicos en general se caracterizan, tal como lo retrata De los Campos en su chistoso diccionario de Sociología invocando a Voltarire.

Académico: hombre de mucho talento, el cual no había inventado nada, pero explicaba muy bien el invento de los demás.

Y es que es la realidad, un sueldo sólido, prestigio académico, y muchos cafés gratis, pero una capacidad de creacion que es muy poco vista en la práctica. Más bien se dedican a reproducir, inculcar conocimientos necesarios para la formación de un profesional, a transformarse en jueces, en respetados verdugos que con el acta de notas te pueden cortar la cabeza o dejar en libertad.

Que rabia, estoy de vacaciones y yo perdiendo tiempo en estas estupideces académicas. Bueno otra cosa que hago siempre en vaciones es música. En realidad siempre hago, todo el año. Pero lo mejor es poder levantarse y pensar en música y en todo el tiempo en el que puedo tocar mi guitarra. ¿Acústica o eléctrica? Buen dilema.

Comencé tocando una vieja guitarra acústica. Mi viejo me enseñó el Re, La, Do, y Sol cuando tenía 11 años. Desde ahí me sumí al mundo de los acordes, los mayores, los menores, los bemoles, sostenidos, con la séptima aumentada, disminuída, con la novena bemol o con quinta, un mundo de colores, de posibilidades, de sonidos, de diferencias y por último de sentimientos. Con la guitarra acústica pude esgrimir mis primeros intentos de canciones. También tocaba en la iglesia desde chico, la iglesia evangélica Bautista de Limache. No habían buenos músicos asi que me tiré al agua tempranito, era urgente que tocara. Fue después, como a los 14 años, y después de incharle las bolas a mis viejos que quería una eléctrica, que mis padres hicieron un gran esfuerzo y compraron en cuotas mi primera guitarra eléctrica. Una Samick color naranja oscuro, y venia con un amplificador de 15 watss.

Creo que unas de mis mayores influencias o mejor dicho guía musical fue Cristian Tesorieri, mi primer profesor formal de guitarra. Me dirigió la mirada hacia el Rock de forma definitiva. En realidad conocía algo, ya que por mi cuenta indagaba en internet y aprendía unas que otras cosas. Sin embargo, Cristian me ayudó a fortalecerme tecnicamente y me mostró grupos que hasta hoy escucho obligadamente como Dream Theater, Ingwie Malsteen o King Krimson. En fin, con su ayuda fui explorando y conociendo la guitarra eléctrica. Estuve mas o menos un año con él, después no podía seguir con las clases, derechamente no había plata, estabamos pasando un periódo critico económico como familia, bueno, a que familia no le ha pasado. Después entré a trabajar a una empresa de aseo, qué buenos recuerdos. Trabajé un mes, y cuando recibí mi sueldo, que eran unos $200.000 los invertí todos en una guitarra eléctrica: la Godin SD. Mi Godin SD. Ella es mi nueva acompañante, junto a mi guitarra acústica Ibanes, que hace poco adquirí por un trueque con un feriante limachino. Le cambié mi amplificador de 15 más 40 lucas, por la Ibanes, buen trueque.

En fin, la guitarra eléctrica me hace entrar en el mundo de la expresión total. Con ella toco en mi banda de blues, y cada vez me gusta más como suena. Me gusta improvisar y dejar fluir todo lo que llevas dentro, es como una cita con un psicólogo, donde el psicólogo es el propio instante, el otro con el que improvisas, pero que te entiende y no sólo te escucha sino que interactúa contigo. La distorción es otro punto, hacer un riff cargado de Gain es lo mejor de la vida, sobretodo cuando tocas en una progresión rockera al más puro estilo de Led Zeppelin.
Con la guitarra acústica también he tenido buenos momentos. Con ella he recorrido el sur de Chile cuando me voy a mochilear, cantando canciones de lo más diversos cantautores. Con ella he estado en los más diversos carretes cantando por horas, y horas. Es ella la que me acompaña al metro de Valparaíso, donde trabajo cantando, ilegamente pero trabajo. Ella conoce a mis amigos, sus voces sus risas, los momentos especiales tienen relacion generalmente a la guitarra acústica. Qué dilema. ¿Acústica o Eléctrica? creo que nunca me decidiré por una.

Me olvidaba que hoy en la noche me voy a mochilear (otra cosa que suelo hacer en vacaciones) son las 3 de la tarde y aún estoy en la cama escribiendo. Tengo que comunicarme con mis compañeros de viaje, nos vamo a un pueblito llamado el Maitén, ubicado de Ovalle a la cordillera, casi llegando a la frontera con Argentina. Nos vamos hoy!

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