lunes, 26 de julio de 2010

El Maitén




De regreso en Limache. Fueron días con cuotas de intensidad, tranquilidad y de música. Días en los que junto a mi hermana y dos amigos nos embarcamos en la aventura de descubrir la zona cordillerana de la cuarta región de Chile. Nuestro destino: El Maitén. Un pueblito de no más de 200 personas, el ṕrimero desde la cordillera al valle del Limarí. Hicimos casi la totalidad del viaje mochileando, y claro viajamos mochileando pero no mochileamos. La diferencia es que teníamos donde llegar, la casa de los abuelos de Fabián, un compañero de la U, mientras que cuando uno "mochilea" no sabe donde llegará, viaja sin rumbo fijo, sin saber donde pasarás la noche. Sin embargo, fue un viaje redondo. Lo que más quería era sacar toda esa sensación histérica de fin de semestre, y creo que lo logré. La apacibilidad del valle me ayudó. El maitén se caracterizaba por la producción de nueces, unos nogales inmensos, y como era invierno ya estaban sin hojas. Lo cruzaba un río: el mostazal, de hecho el único ruido que se escuchaba era el del agua corriendo por el caudal de este. Muchos animales, árboles, paisajes preciosos auspiciados siempre por la cordillera imponente de fondo, casi nevada a su totalidad, simplemente inspiradora, y digna de respeto. Nos quedamos en la casa de la familia de Fabián, una humilde y bien construida casa de madera, y al lado otra de ladrillos. El terreno donde estabamos era precioso, se entraba por una ladera con arboles y el patio trasero eran arboles y río. Uno de los personajes del viaje fue el Tio Roberto, lugareño del Maitén que vivía sólo, con su soledad, tio abuelo de Fabián. Soltero ya a la edad de 64 años, se notaba, felizmente soltero, qué dicha por él. Participante activo de la oprganización cordilerrana, nos contaba todos los proyectos que con la fuerza de la organización habían logrado, superando los obstáculos de las distancias entre los pueblos y la indiferecia de algunas personas. Su forma particular de hablar nos cautivó desde el comienzo, y cada vez que hablaba era inevitable reirnos a carcajadas. A cada rato, luego de hablarle algo él respondía: "Sí, exacto, correcto, claro" con una forma tan cantadita y chistoza que apenas decía eso nos mirabamos con mi hermana y amigos de manera que eramos complices de la risa que nos daba el tío. Se portó biebn con nosotros, el segundo día nos consiguió caballos con los que recorrimos la cordillera, conocimos una cueva donde una tia del fabian había vivido, y apreciamos paisajes pocos recurrentes en el diario vivir. Y es que el Maitén tenía un gran encanto. Este pueblo es muy poco turísrico, no hay hoteles, ni campings, no habían turistas, nosotros eramos los únicos visitantes, por eso, cuando llegamos toda la gente se asomaba por las ventanas, eramos la atracción.

Otro episodio inolvidable del viaje fue la noche del Tequilazo, noche en que la terminamos de manera gloriosa: bañándonos al desnudo, bueno, semi desnudo, en el río el mostazal a las 3 de la mañana. Y es que esa agua estaba más congelada que la puta maire!, unos menos cuatro gracos centigrados. Yo no sentía mis piernas. Sí, me sentía un CHASKI del imperio Inka, bañándome antes de salir a correr por la cordillera. Claro, mi estado físico deja mucho que desear al compararme con un Chaski , sin embargo, no pude evitar acordarme de ellos.

Hambre no pasamos, dormíamos bien, y tomabamos mate en torno a largas conversaciones, bueno, en realidad conversabamos en torno a largos mateadas, qué mejor. Qué mejor haber pasado unos días de relajo en el Valle del Mostazal.

Ya llegando a mi casa, no todo era tan relajado, y es que la vida es dura, quizás no conmigo mismo de frente (por ahora) pero duele ver a gente que quieres con tantos problemas y achaques. En fin. Son los contrastes de la vida, lo que queremos para nosotros y lo que nos sucede, lo que anhelamos, y lo que es invitable vivir. Pienso que la felicidad está compuesta de momentos diverso. No podemos entender lo que es ser feliz, si no hemos pasado por momentos amargos, desazones de la vida, tragedías, desamores, amores. Además creo que la felicidad es la medida en que vemos a los que queremos felices, por lo menos eso creo, no me gusta creer que la felicidad es MI FELICIDAD, creo que es un TODO. Incluso se abarca lo global, el mundo en que vivimos. Debemos cuidarlo. Mientras sigan las contaminaciones, los problemas ambientales, las grandes mineras explotando a destajo los recursos naturales, no podemos obtener una felicidad íntegra que considere el ambiente y la vida diaria de las personas. Creo que eso también es
felicidad.

lunes, 19 de julio de 2010

Vacaciones, Libros y Guitarras


Por fin vacaciones, bueno, recibo unas notas y estoy listo, confío en que me irá bien.

Si bien son las cortas vacaciones de invierno de dos semanas, son un manjar en medio de las exigencias y las rutinas del año. Por fin puedo leer sin apuros. Ayer terminé La Tregua de Beneddetti. Simpleza para escribir, profundidad para comunicar, y cotideaneidad de la verdadera al momento de situar los personajes y sus contextos históricos, en los que la representación de la clase media baja me hace sentir identificado. De esos libros, que ha diferencia de los de la universidad, lees como si estuvieras viendo una película, cuando te das cuenta has leido 120 páginas y estás tan metido en una trama tan trágica y entretenida, propias de Beneddetti, que ignoras el pasar de las hojas. En cambio hay libros en la "U" que además de ser enrredados y densos (claro, un estudiante de sociología tiene la capacidad de decifrar las más complejas elaboraciones teóricas) son largos y aburridos, un martirio considerando que muchos de ellos no te servirán para lo que quieras hacer en la práctica, cuandeo trabajes. Hubo un tiempo en que cuando pensaba en qué campo desarrollar mi profesión me inclinaba por lo académico: el hacer clases, pero definitivamente no me gustaría estar revisando pruebas ni calentándome la cabeza con autores, haciendolos discutir y transformarme en un charlatán. Y es que hoy los académicos en general se caracterizan, tal como lo retrata De los Campos en su chistoso diccionario de Sociología invocando a Voltarire.

Académico: hombre de mucho talento, el cual no había inventado nada, pero explicaba muy bien el invento de los demás.

Y es que es la realidad, un sueldo sólido, prestigio académico, y muchos cafés gratis, pero una capacidad de creacion que es muy poco vista en la práctica. Más bien se dedican a reproducir, inculcar conocimientos necesarios para la formación de un profesional, a transformarse en jueces, en respetados verdugos que con el acta de notas te pueden cortar la cabeza o dejar en libertad.

Que rabia, estoy de vacaciones y yo perdiendo tiempo en estas estupideces académicas. Bueno otra cosa que hago siempre en vaciones es música. En realidad siempre hago, todo el año. Pero lo mejor es poder levantarse y pensar en música y en todo el tiempo en el que puedo tocar mi guitarra. ¿Acústica o eléctrica? Buen dilema.

Comencé tocando una vieja guitarra acústica. Mi viejo me enseñó el Re, La, Do, y Sol cuando tenía 11 años. Desde ahí me sumí al mundo de los acordes, los mayores, los menores, los bemoles, sostenidos, con la séptima aumentada, disminuída, con la novena bemol o con quinta, un mundo de colores, de posibilidades, de sonidos, de diferencias y por último de sentimientos. Con la guitarra acústica pude esgrimir mis primeros intentos de canciones. También tocaba en la iglesia desde chico, la iglesia evangélica Bautista de Limache. No habían buenos músicos asi que me tiré al agua tempranito, era urgente que tocara. Fue después, como a los 14 años, y después de incharle las bolas a mis viejos que quería una eléctrica, que mis padres hicieron un gran esfuerzo y compraron en cuotas mi primera guitarra eléctrica. Una Samick color naranja oscuro, y venia con un amplificador de 15 watss.

Creo que unas de mis mayores influencias o mejor dicho guía musical fue Cristian Tesorieri, mi primer profesor formal de guitarra. Me dirigió la mirada hacia el Rock de forma definitiva. En realidad conocía algo, ya que por mi cuenta indagaba en internet y aprendía unas que otras cosas. Sin embargo, Cristian me ayudó a fortalecerme tecnicamente y me mostró grupos que hasta hoy escucho obligadamente como Dream Theater, Ingwie Malsteen o King Krimson. En fin, con su ayuda fui explorando y conociendo la guitarra eléctrica. Estuve mas o menos un año con él, después no podía seguir con las clases, derechamente no había plata, estabamos pasando un periódo critico económico como familia, bueno, a que familia no le ha pasado. Después entré a trabajar a una empresa de aseo, qué buenos recuerdos. Trabajé un mes, y cuando recibí mi sueldo, que eran unos $200.000 los invertí todos en una guitarra eléctrica: la Godin SD. Mi Godin SD. Ella es mi nueva acompañante, junto a mi guitarra acústica Ibanes, que hace poco adquirí por un trueque con un feriante limachino. Le cambié mi amplificador de 15 más 40 lucas, por la Ibanes, buen trueque.

En fin, la guitarra eléctrica me hace entrar en el mundo de la expresión total. Con ella toco en mi banda de blues, y cada vez me gusta más como suena. Me gusta improvisar y dejar fluir todo lo que llevas dentro, es como una cita con un psicólogo, donde el psicólogo es el propio instante, el otro con el que improvisas, pero que te entiende y no sólo te escucha sino que interactúa contigo. La distorción es otro punto, hacer un riff cargado de Gain es lo mejor de la vida, sobretodo cuando tocas en una progresión rockera al más puro estilo de Led Zeppelin.
Con la guitarra acústica también he tenido buenos momentos. Con ella he recorrido el sur de Chile cuando me voy a mochilear, cantando canciones de lo más diversos cantautores. Con ella he estado en los más diversos carretes cantando por horas, y horas. Es ella la que me acompaña al metro de Valparaíso, donde trabajo cantando, ilegamente pero trabajo. Ella conoce a mis amigos, sus voces sus risas, los momentos especiales tienen relacion generalmente a la guitarra acústica. Qué dilema. ¿Acústica o Eléctrica? creo que nunca me decidiré por una.

Me olvidaba que hoy en la noche me voy a mochilear (otra cosa que suelo hacer en vacaciones) son las 3 de la tarde y aún estoy en la cama escribiendo. Tengo que comunicarme con mis compañeros de viaje, nos vamo a un pueblito llamado el Maitén, ubicado de Ovalle a la cordillera, casi llegando a la frontera con Argentina. Nos vamos hoy!

miércoles, 7 de julio de 2010

Reflexiones en medio del Stress universitario


Es verdad, estoy terminando un trabajo final de Métodos Cuantitativos para la U... pero simultaneamente no puedo dejar de pensar en viajar, moverme, conocer, hacer algo más que informes y trabajos para contentar al profesor de turno, y obtener una buena calificación. Esto de pensar en mochilear, no me daba hace rato. Me acordé de mis diversos viajes por Chile, cuando hablaba hace unas horas con Daniel (un canadiense voluntario que enseña Inglés en mi pueblo en un colegio municipal) y me preguntaba qué lugares le aconsejaba visitar y conocer en el sur de Chile. Mañana en la tarde parte a Santiago y de ahí tomará rumbo a Pto. Montt. Bueno, mapa en mano, recorde distintas rutas que con amigos y primos hemos recorrido. Y no podía evitar emocionarme y hacer un panorama de lo mejor de cada zona. El entusiasmo de Daniel me hizo recordar esos días de madrugada, comiendo los huevos fritos antes de emprender el rumbo con mochila a la espalda. Esa incertudimbre de salir a mochilear hacia quién sabe donde. De las preguntas del canadiense salía olor a viaje, y eso me tiene escribiendo. Y es que no quiero vivir una vida típica, no me gustaría escuchar siempre las mismas canciones, escribir las mismas ideas, memorizar un poema y declamarlo por el resto de mi vida. No! Quiero vivir una vida, si se quiere, alternativa. Por ahora estos pensamientos se ahogan cuando vuelvo a la realidad y me veo en un proceso, el de formación universitaria. Particularmente mi carrera, sociología, nos hace pensar. Muchas veces de forma crítica, muchas veces de forma funcional al mundo actual. Quizás por eso me he encariñado tanto con ella, ya que me ha dado ciertas herramientas para plantearme frente a un mundo que va de mal en peor. Hoy la cultura, las leyes y el mercado confluyen en una sociedad consumista, que se enfoca en alienar a las personas de su entorno, en hacerlas menos humanas. La misma economía neoclásica clasifica de CONSUMIDOR al individuo que compra una canasta X. Señores, somos personas, no consumidores. En fin, en parte no quiero vivir en esta lógica, no quiero. En parte siento que no puedo salirme. No sé, pero a veces me siento cohercionado por mi responsabilidad como hijo especialemente. Creo que es correcto retribuir de alguna forma concreta lo que mis padres han hecho por mí. Sé que ellos no lo esperan, ni me lo dirán, pero me gustaría hacerlo. Esto me lleva a un punto contradictorio, y es que quiero vivir una vida alternativa. No la que el sistema me exige. Eso quiero.

Por ahora pienso en viajar, conocer el mundo en el que vivo. Una especie de misión antropológica que tiene por fin conocer al OTRO, ese otro que labora en los alrrededores de Chiapas, ese otro que va a un colegio en alguna fabela de Brasil. Ese otro que en África trabaja de vendedor. Ese otro que en Egipto vive de la música. Por ahora pienso, y en pensar no hay engaño, en soñar menos. Pienso en darme un par de años y recorrer. Simplemente recorrer lo que más pueda.

Mejor seguiré con Cuanti...

lunes, 5 de julio de 2010

Micro 612: Dimensionando Valpo.


En medio de trajines propios de un universitario, he podido dedicarme a escribir muy poco. Cuando tengo tiempo de hacer algo, lo único que quiero es dormir o cosas que no tengan que ver con leer o escribir. Sin embargo, el viernes pasado sucumbí ante una experiencia inesperada, y por lo mismo dedicaré un par de minutos a perpetuar lo sucedido a través de algunas lineas.

Eran las 11 AM y estaba esperando micro en la "república independiente" de Playa Ancha, me dirigía a Viña, a terminar un trabajo de economía. Tenía hasta las 2:30 para entregarlo, de todas maneras ya lo tenía casi listo. Luego de esperar un par de minutos logro tomar una micro que decía "Viña del mar". Un saludo desganado logre rescatar del conductor y logré sentarme en el último asiento al lado derecho, unos de mis preferidos, quizás por que siempre me gustó sentarme al final de la sala.( no sé si por tener una amplia visión del curso, o simplemente por no sentirme presionado por las auto exigencias de los mateos de adelante, quizás las dos.) En unos 6 minutos la micro estaba en el Barrio Puerto, cuando toma dirección hacia un cerro. Debo informar, a estas alturas, que nunca fui un conocedor eximio de Valparaíso, por lo tanto son más las dudas que certezas al momento de moverme en el puerto. Bueno, era evidente que la micro no iba directamente a Viña del Mar (si es que iba a viña del mar), sin embargo, inesperadamente me quedé sentado sin querer moverme de mi respetado último asiento de la micro. Al final de todo- pensé- quizás me distraiga un rato. El domingo pasado, habiamos conversado con una "amiga más que amiga", sobre nuestra relación y al final de cuentas nos dimos un "tiempo" por razones que el que lee querrá saber, pero lamentablemente no podrá. Había pasado una semana muy agitada en la universidad, por lo que no había tenido tiempo en los últimos 4 días de estar conmigo mismo y pensar, fuera de los límites académicos.

La micro comenzó a subir ese cerro X, mientras lo hacía me di cuenta que estaba escuchando al trovador ariqueño Manuel García. Sí, a estas alturas sus canciones me parecían más que conocidas, sin embargo, colaboraban con la apreciación de los paisajes, que a cada momento se volvían más interesantes. Después de una curva se comienzan a ver miles de casitas de distintos colores, colgando de los cerros. Ellas me miraban, y no es por pecar de egocéntrico, no es culpa mía que me miren. Esta vista era nueva para mí, ya que siempre vi los cerros y sus casas de una perspectiva más lejana, ahora los tenía encima mío, y en realidad no pude quedar indiferente a aquel espectáculo, había algo muy especial y nuevo en el paisaje. Esta constante de especial y nuevo se repitió a lo largo del viaje. Le pregunté a un tipo, sentado adelante mío, en qué cerro estabamos, me respondió el Cordillera. La micro no cesaba de subir y de perderse entre curvas extremadamente angostas y peligrosas. Esto último lo comento ahora, pero en el momento, no había tiempo para pensar en eso, era el paisaje el que me tenía absorto y la música en mis oídos ayudaba bastante. Cuando la micro por fin comenzó a moverse de forma horizontal en la famosa Avenida Alemania (que recorre buena parte de los cerros porteños) me percate de altura en la que estaba. Se podía apreciar buena parte del Puerto Pricipal, lo que me hacía explamar inconcientemente las más variadas frases o ruidos "uuuh" "yaa" "nooo", esto sumada a mi cara de situación, brindaban un ridículo espectáculo a la gente que se subía constantemenete a la micro. Y es que al parecer era el único que no estaba habituado a la mística porteña, a aquellos cerros que se miran unos a otros y acercan sus casas, avecindando a quienes viven en ellas. Pasando por la plaza Bismark, pensé en lo agradable que sería invadirla con una buena compañía, y algun trago. Mis pensamientos llegaron a mi amiga más que amiga, pero había que esperar (todo lo que significa esperar para bien o para mal)... eso de "darse un tiempo", tiene sus costes. No recuerdo si pasé antes o después la casa del poeta Neruda, pero recordé fugazmente la ida que con mi madre hice, cuando era niño.

A estas alturas me costaba asimilar la situación, estaba en una micro, literalmente en la punta de un cerro, y escuchando a Manuel García. Me gustaba verme así, después de tantos días de no tener vida. Me gustaba verme así, impresionado por lo que había descubierto. Es increíble cómo puedes estar en un lugar y no alcanzar a dimensionar lo interesante e increíble que puede llegar a ser, cuando entras a rincones específicos y te invade una emoción infantil que tiene que ver con el descubrimiento de nuevas escencias, paisajes y situaciones que, quizás sean significativas sólo para el que las vive. Estoy rallando en lo patético, así que terminaré luego.

La micro comenzo a bajar estrepitozamente por las angostas calles de un cerro, sin embargo, se podían seguir viendo escenas nuevas, momentos memorables y que merecerían ser perpetuados por alguna cámara fotográfica, la cual no tenía en el preciso momento, pero sin duda lo eran en mi memoria. Y es que ya iba a llegar a Viña y debía continuar con mi vida académica.

Por motivos de tiempo no vale la pena describir cada detalle del término del viaje, quizás valga más la pena aconsejar tomar por equivocación alguna micro que te lleve por el Valparaíso de la canción: el de múltiples colores.